A pesar de que solo dos personas ajenas al seminario se unieron en este encuentro café-filosófico, la emoción y el entusiasmo del animador del café no se vieron disminuidos; por el contrario, irradiaba energía para sumergirse en el tema propuesto. La sesión se inauguró mediante la explicación de las pautas del café, las cuales se resumen en levantar la mano para intervenir y mantener un ambiente de respeto al cuestionar ideas en lugar de atacar a las personas.
La velada se inició con un ejercicio de asociación libre, comenzando con la frase incompleta: «La seducción es…». Diversas respuestas surgieron, creando una rica paleta de interpretaciones. Algunos opinaron que seducir implica inducir a otro a hacer lo que uno desea, mientras que otros sugirieron que se trata simplemente de atraer. Un participante compartió que, en su perspectiva, la mejor seducción es aquella que emerge espontáneamente, ya que la autenticidad confiere a la seducción una cualidad placentera en la exploración de alguien nuevo. Sin embargo, otro punto de vista sostuvo que la mejor seducción radica en no planearla, lo que desencadenó un debate sobre si esta práctica careciese de motivo.
Dicho análisis llevó a una conversación sobre si la sutileza en la seducción conduce a malentendidos sobre las intenciones, concordando en que la claridad y la honestidad son esenciales al intentar conocer a alguien. La premisa aquí es evitar inversiones de tiempo y energía en caminos que podrían no fructificar.
El debate se adentró en la cuestión de los límites entre seducción y consentimiento. Algunos participantes plantearon que la seducción puede volverse adictiva, al proporcionar una vía de escape emocional y adrenalina que induce su uso como evasión. Otro punto relevante emergió: el uso de la seducción como forma de elevar la autoestima, con la advertencia de que su mal uso podría resultar en dependencia.
Finalmente, al cierre del encuentro, el animador compartió fragmentos de la trama de la serie de Netflix «Violet Evergarden», con la finalidad de reflexionar sobre si la seducción verdaderamente acerca a las personas o si, en cambio, es un juego donde las reglas son desconocidas para la mayoría. Se instó a contemplar si existe un conjunto de reglas que rigen la seducción.
Sin importar la escasa concurrencia, la pasión del animador mantuvo vivo el espíritu del café filosófico. La sesión se desenvolvió a través de un intercambio intelectual profundo y variado, explorando las sutilezas de la seducción, sus límites y su impacto en las relaciones humanas.